lunes, 24 de septiembre de 2018

LOS CAJEROS


Ayer viernes, a las 16 horas, en la estación de Mª Cristina, tuve un problema con mi tarjeta T-10: validó dos viajes en lugar de uno.

Me giré, para dirigirme a la taquilla y que cambiaran la tarjeta con el viaje gastado por error. Para mi sorpresa, los dos mostradores estaban cerrados. Estupefacta, me dirigí a uno de los guardias de seguridad (de una empresa privada subcontratada), que, amablemente, me acompañó a un gigantesco interfono donde pude explicarme. Para “desfacer el entuerto”, la voz me indicó: “mando a alguien”.

Esperé 15 minutos. La empleada de TMB, Transports Metropolitans de Barcelona que vino a atenderme fue amabilísima y solventó con diligencia el incidente. Se quedó ayudando a un señor japonés.

Si ayer yo hubiera maldecido en arameo pero no hubiera protestado y esperado esos 15 minutos a que mandaran personal de TMB, Transports Metropolitans de Barcelona, el viaje en transporte público me hubiera costado EL DOBLE. Omito el coste de mi tiempo.

Este incidente me recordó una escena que viví en una oficina bancaria. Hice cola para ser atendida y cuando por fin finalicé mi trámite, la persona que se había ocupado de mi gestión me indicó que eso lo podía realizar yo en el cajero automático. Mi respuesta fue: lo sé. Pero si me voy al cajero, un día tú perderás tu trabajo. Y llorarás. Y quizá entonces te acordarás de mi y de estas palabras que te estoy diciendo. Aunque ahora me mires con tu suficiencia de empleada de lacaixa.

Lo de los bancos es feo, pero es una empresa privada. Sí, luego les sacamos del atolladero con nuestro dinero, por eso es muy feo. Pero que un servicio público como TMB, un viernes por la tarde, en una estación como la de Mª Cristina -como tantas otras- no tenga personal a disposición del ciudadano, es para que reflexionemos acerca de lo que nos han hecho y lo que van a seguir haciéndonos con total impunidad. En nuestra mano está dejarnos. Como siempre.

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